martes, 21 de diciembre de 2010

Se despertó sin saber dónde estaba

El sol la sorprendió entre las sábanas, cegando por un instante sus ojos, no acostumbrados a la luz aún. Se despertó en una amplia habitación blanca, no recordando cómo había llegado hasta allí. El reloj de la mesita marcaba las 11:42. No sabía cuántas horas llevaría en aquella habitación ni lo que había sucedido esa noche. Se incorporó y vio a un hombre a su lado, aún dormido, con el torso descubierto, únicamente tapado por una fina sábana blanca. Su piel bronceada brillaba al contacto de los rayos de sol que se colaban por el ventanal.

Ella se levantó de la cama y se miró en el gran espejo que había en la pared. ‘La verdad es que es un apartamento precioso’, pensó. Tenía el pelo revuelto y el maquillaje corrido por toda la cara. El look ‘smoky’ que había llevado la noche anterior se había convertido en un par de manchas negras alrededor de sus ojos, dándole el aspecto de un pequeño oso panda. El aliento le apestaba a tabaco y alcohol, y descubrió que tan solo llevaba puesto un provocativo conjunto de lencería negro. Miró alrededor y vio su ropa desperdigada por la habitación: unos ajustados vaqueros, unos botines negros de tacón de aguja y un top de lentejuelas. Qué atractiva había estado la noche anterior, nada comparable al lamentable estado en el que se encontraba ahora. Volvió a observar su rostro en el espejo y descubrió una mancha rosada en el lateral de su cuello, no más grande que una moneda. Intentó arreglarse un poco el pelo, pero éste se había vuelto una maraña indomable.

Volvió a la cama, sin la esperanza de recordar lo sucedido, y observó cómo el hombre se revolvía en sueños. ‘Joder, qué bueno está’, se dijo para sí. El hombre tenía marcas de carmín por todo su cuerpo, por lo que ella supuso que algo debía de haber pasado aquella noche. Sonrió para sus adentros y se volvió a recostar en los mullidos cojines de la gran cama situada en el centro del dormitorio.

Continuará...


Para más información:
-Tuenti: Alice Kroeger Wolstenholme
-Formspring.me/alicekroeger


¡Besos y gracias por pasaros!

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Porque te quiero.

Hay muchas cosas que me gustaría explicarte – ella bajó la mirada, insegura, dudando antes de continuar hablando – pero no estoy segura de que las entendieras.

Él la miró con sorpresa, pero esbozó una cálida y alentadora sonrisa.

-¿Por qué no iba a entenderlo? – inquirió él – Ya sabes que soy un chico muy inteligente – añadió, bromeando, para tratar de rebajar la tensión que se respiraba entre ellos.

Ella sonrió tímidamente.

-Porque a veces no me entiendo ni yo misma. Porque a veces expresar en palabras lo que uno siente es difícil. Y es aún más difícil que otros capten el mensaje que quieres transmitir sin malinterpretaciones.

Él notó que ella estaba temblando. Los nervios se estaban apoderando poco a poco de ella, pero mantenía la calma suficiente como para no derrumbarse en ese instante. Había esperado mucho tiempo para tenerle delante y contarle todo lo que tendría que haberle dicho tiempo atrás. Y no estaba dispuesta a dejar pasar esa oportunidad.

-¿Pero por qué te cuesta tanto decírmelo? – preguntó él, inquieto - ¿Es algo malo?

No, no era nada malo, no en ese sentido. Pero ella sabía que aquella conversación iba a cambiar sus destinos para siempre, pasara lo que pasara. Y no estaba segura de querer que eso sucediera.

-Durante el tiempo que te conozco has sido un gran apoyo para mí. Me has hecho ver que no estoy sola, que en ti tengo a alguien en quien poder confiar. Te abrí mi corazón de par en par, dejando que conocieras hasta los más pequeños recovecos de mi interior. Me conoces como no me conozco a mí misma; me comprendes como nadie me ha comprendido jamás. Te mantuviste a mi lado cuando el mundo me dio la espalda. Me soportaste en aquellos días en que podía llegar a ser exasperante; me animaste cuando estaba triste. Y llegué a la conclusión de que tú y yo somos como dos gotas de agua.

-Explícate. – dijo él, extrañado. Ellos no podían ser más diferentes: él era moreno, con profundos ojos oscuros; mientras que ella tenía unos enigmáticos ojos azules que daban la impresión de estar observándote en todo momento.

Ella bajó la mirada y dejó escapar una risa nerviosa.

-No existen dos gotas de agua iguales. Exteriormente, todas tienen una forma distinta, pero todas tienen la misma esencia, es decir, todas son agua. – ella observó que él seguía confundido – Lo que quiero decirte es que tú y yo, a pesar de nuestras diferencias, somos muy parecidos. Y ese parecido hace que nos entendamos tan bien, pero al mismo tiempo nuestras diferencias nos hacen únicos, singulares. Porque a pesar de que yo me deje llevar por los sentimientos y tú te guíes por la razón; de que yo lo dramatice todo y tú mantengas la calma en cualquier situación…somos similares, complementarios. Pero hay algo que sigo sin entender. ¿Por qué?
-¿Por qué? – repitió él.
-¿Por qué tienes que hacerlo todo tan difícil? ¿Por qué das mil vueltas a todo? ¿Por qué no haces más que confundirme? Parece como si hubieras construido una muralla alrededor de tu corazón, y lo hubieras convertido en una fortaleza inexpugnable. ¿Por qué no quieres que nadie pueda acceder a ti? Yo he vaciado mi alma en ti, te he dejado ver a la niña insegura, tímida e inocente que habita en mi interior. ¿De qué tienes miedo?

Él no dijo nada y se quedó observándola. Era una chica fascinante. Inteligente, sensible, sincera. Pero se había equivocado: su corazón no era una fortaleza inexpugnable. Las murallas habían caído.

-Aún no me has dicho el porqué de todo esto. – dijo él con una sonrisa.
-Me vas a tomar por loca.
-¿Por qué?
-Porque te quiero.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Noviembre de 1996

Han pasado dos años desde la última vez que te vi. Desde que nos despedimos en aquella estación, jurando que seguiríamos en contacto. Tras el entusiasmo de los primeros meses, en los que nos escribíamos a diario, pronto dejé de saber de ti. Sabía que me habías olvidado, que habías encontrado a alguien para sustituirme, y que todo lo que habíamos pasado juntos pronto dejó de significar algo para ti. Y me dolía, me dolía mucho el simple hecho de pensar en ti, de saber que todas tus promesas no habían sido más que palabras vacías de significado. Tal vez por eso no me atreví a escribirte en tanto tiempo. No tenía las fuerzas suficientes como para coger siquiera un bolígrafo. No podía evitar que las lágrimas cayeran como ríos de mis ojos, empapando lo que quizá hubiera sido una carta, una carta que jamás sería enviada, ni siquiera completada.

Quizás por eso me sorprendió volver a tener noticias tuyas la semana pasada. Me sorprendió encontrar una carta tuya en mi buzón. No sé cuáles habrán sido tus motivos, y dudo que los sepa algún día. Aún no he abierto la carta. No sé qué esperarme, si será un reproche de lo que pasó en todo este tiempo, una justificación de por qué no quisiste saber nada de mí, o simplemente una nota informativa de tu rutinario día a día. No sé si será una carta apasionada, melancólica o amarga, y aunque la tentación por abrirla es cada vez mayor, sigo teniendo miedo de saber lo que contiene, y es que a veces es mejor vivir en la ignorancia antes que saber la verdad y acabar destrozado.

Te preguntarás cuáles son los motivos que me llevan a escribirte hoy, dos años después de la última vez que supe de ti. Supongo que con un simple “te echaba de menos” no es suficiente. No solo te echaba de menos, sino que tu recuerdo estaba las 24 horas del día en mi cabeza, como una canción pegadiza que no puedes olvidar. Todos los momentos que pasamos juntos, la imagen de tu rostro, tu piel, tu voz, tu risa…son como una droga que no puedo dejar, que cuanto más me aferro a ella más me permite seguir viviendo. Sé que tú no sientes lo mismo, porque de otro modo no habrías decidido desvanecerte sin más.

Porque desde hace dos años lo único que espero es reencontrarme contigo y continuar con lo que teníamos, como si esta pausa jamás hubiera sucedido. Quiero volver a sentirme como una niña en tus brazos, sentir que el universo deja de existir y estamos tú y yo solos. Sin preocupaciones, sin distracciones. Porque eres lo único que me hace falta para ser feliz. Lo único que necesito es que vuelvas. Porque no he dejado de pensar en ti ni un momento. Porque, a pesar de todo, nunca he podido pasar página, dejándote en el pasado como un simple recuerdo.

Te echo de menos.